Los sistemas de ayuda a las renovables que los sucesivos gobiernos desde la década de los dos mil promovieron, han resultado del todo eficaces para el desarrollo de una industria que persigue proporcionar a los europeos acceso a la energía limpia, barata y abundante.
La energía, si bien no es ajena a los vaivenes de la economía, muestra una clara tendencia a la baja en los próximos años y así lo demuestra la cotización del mercado de futuros para los dos o tres próximos años.
Esto se ha dado gracias a los estímulos del pasado, a la capacidad de los operadores del sistema de integrar gran cantidad de generación renovable con sus particularidades y al interés por el capital para conseguir el doble objetivo de obtener rentabilidad y hacer algo bueno por el planeta. No olvidemos al actual gobierno que ha planteado unos ambiciosos objetivos de renovables que han señalado la dirección de la inversión privada que, repito, consigue un doble propósito.
La tendencia, si sumamos generación conectada a red al desarrollo del autoconsumo, nos permite vislumbrar el éxito en términos de descarbonización, reducción de la dependencia energética y competitividad en términos de coste energético. La senda parece la correcta, pero fuera de las bondades del Excel, debemos tomar conciencia de los problemas que afrontará el sector en el corto plazo.
No existe promotor de proyectos hoy en día que no piense en evitar los vertidos de energía de sus plantas de generación, recurriendo a las baterías. Tampoco es algo ajeno a los productores que ya llevan años en el mercado. Han quedado atrás los años en los que las renovables tenían prioridad de despacho y también aquellos en los que existían los pagos por capacidad que permitieron el despliegue de 26.000 MW de ciclos combinados de gas. El sistema eléctrico es dinámico y algunas cosas como la prioridad parecen hoy una entelequia, mientras que los conceptos como pagos por capacidad permitirán sacar partido a la energía almacenada para evitar los vertidos en los mercados de regulación del sistema.
Nos encarrilamos hacia un mercado eléctrico en el que podrá darse una verdadera neutralidad tecnológica, que vendrá determinada por la respuesta que podamos dar al operador del sistema en términos de seguridad de suministro y una respuesta óptima al operador del mercado en términos económicos. En esto, las renovables somos imbatibles.
El almacenamiento stand alone y la hibridación con renovables permitirán a los generadores almacenar y modular su exportación de energía las 24 horas del día los siete días de la semana con independencia de la disponibilidad de recurso y así se abre la necesidad de operación de los activos de una manera completamente distinta a la habitual en tecnologías como la fotovoltaica, acostumbrada a trabajar en el mejor sentido, de sol a sol.
Surgirá la figura del opimizer importada del Reino Unido, donde existe ya una implantación relevante del almacenamiento. Con toda seguridad la experiencia británica y sus mejores prácticas servirán como modelo de desarrollo en nuestro país y los agentes de mercado que aplicamos una mayor inteligencia a la gestión de la energía, partiremos con ventaja para el desarrollo de esta nueva figura.
Tecnológicamente parece un reto alcanzable la integración de gran cantidad de renovables en nuestro sistema eléctrico, pero es urgente estimular la llegada de nueva industria, centros de procesamiento de datos y electrificación de los sectores difusos. Parece obvio pero hay que recordarlo y, como siempre, esperamos poder contar con una estabilidad regulatoria que anime a la industria a localizarse en nuestro país. El sol, nuestro preciado y abundante recurso, nos debe impulsar para reindustrializarnos y diversificar nuestros ingresos, tan dependientes del sector terciario en los últimos años.
La demanda de energía en 2023 se situó en niveles de 2003 por la deslocalización industrial. Y con la mirada puesta en 2030 tendremos que volar literalmente para coger un nuevo impulso. El reto está servido.
